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A lo largo de los años de mi vida, he aprendido el valor de la palabra de Dios. Cuando era pequeña, mi madre me sentó y me enseñó a memorizar la palabra. Como adolescente, pasé por una época de rebelión, pero no importa lo lejos que tratara de correr, la palabra de Dios que recordé cuando era niña me mantuvo y me atrajo de nuevo una y otra vez. Es cierto que su palabra nunca vuelve vacía, y yo soy un testimonio vivo de ello. Como adulta, estoy tan agradecida que mi madre me haya inculcado esto, y ahora estoy enseñando a mis hijos lo mismo. Su palabra es poder, y es algo que quiero seguir depositando en las generaciones venideras. Te animo a memorizar las Escrituras y mantenerlas cerca de tu corazón. Así es como la palabra se convierte en un fuego en nuestros huesos. Mi oración es que este libro ilustrado facilite la memorización de la palabra, y como familia, recitarás, orarás y hablarás esto sobre tus hijos.

Salmo 23 Libro ilustrado para niños

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